Hoy se cumplen dos años desde que no estás aquí, pero no puedo decir que no puedo verte, porque te veo. No puedo decir que no puedo escucharte, porque tu voz y tus frases las escucho clarito como cuando estabas en esta tierra.
Tampoco puedo decir que no puedo hablarte, porque lo hago todos los días, pero a pesar de todo eso, lo que si me pasa es que te extraño.

Extraño no poder compartir contigo las cosas que no sabía cuando estabas aquí y ahora sé, pero me conforta el saber exactamente qué dirías, cómo reaccionarías. Me saca una lágrima cuando recuerdo que me pediste la letra de ‘Que Será, Será’ con tanta insistencia, que solo me hizo sentido cuando el tío John me dijo que con esa canción se comunicaba contigo cuando aun no hablaba español. No llegué a contártelo porque era tarde, era de noche, y cuando te llamé te estabas yendo.
Dormida, con la misma sonrisa de siempre, pensando siempre en lo mejor. Quizá recordando las últimas palabras que compartimos, “que tengas dulces sueños madrecita”, “te quiero mucho mi niño bello”.

Mi Google cuando no había Internet, mi entrenadora en el karate, el tae kwondo, la natación en el Teo Capriles, la que hacía todo por sus hijos, la que me presentó mi primera computadora, y a Picasso, y a Becquer, ya a Kipling, y a Andrés Eloy. La que no entendía muy bien qué era eso en lo que yo trabajaba, pero igual me miraba con ojos encendidos, esos que nunca miraban una cámara de frente, y ya nos daba risa igual.

Marlene Cristina, te quiero mucho, te tengo presente todos los días, con lo que se pudo y con lo que no, con lo que me enseñaste y lo que tuve que aprender yo, pero siempre agradecido porque, en realidad, siempre estás con nosotros.