El monte Fuji y la historia del logo de Atari.

Una de las cosas que más me gustan del gaming es que interactúas con el contenido. Construyes, descubres mundos, decides tú mismo cómo se cuenta la historia. El primer juego que jugué fue Pong, en casa de un primo. A pesar de que eran apenas unos píxeles flotando en el televisor (no pantalla: televisor), que yo pudiera decidir hacia dónde rebotaban usando una ruedita fue, para mí, pura magia.

Pasaron algunos años y mis padres me regalaron un Atari. Para muchos, esa consola fue la puerta de entrada al mundo de los videojuegos: gráficos básicos, sonidos electrónicos y un joystick con un solo botón que bastaba para horas de diversión. Fundada en 1972, Atari fue una de las pioneras de la industria. Crearon Pong, lanzaron arcades legendarios y popularizaron las consolas caseras mucho antes de que existieran los gráficos en 4K o los DLCs. Pero más allá de sus juegos, hay algo que se quedó grabado en la memoria colectiva: su logo.

Ese símbolo, que parece una “A” estilizada, fue diseñado por George Opperman, el primer diseñador gráfico contratado por la empresa. Se le conoce como “el Fuji” por su parecido con el monte japonés, pero también esconde una historia visual relacionada con el juego que lo empezó todo: Pong. Las dos líneas laterales representan las paletas, y la del centro es la pelota o la red. Un logo minimalista, poderoso y adelantado a su tiempo.

Opperman creía que los mejores logotipos contaban una historia sin necesidad de palabras. Y en este caso, lo logró. La silueta de Atari evoca una letra, una montaña, y al mismo tiempo, una dinámica de juego. Un equilibrio perfecto entre tecnología, mística oriental y cultura pop setentera. Es un logo que, aún hoy, se siente futurista.

Quizá por eso sigue apareciendo en camisetas, gorras y tatuajes, incluso entre quienes nunca han tocado un cartucho de Space Invaders. Porque el buen diseño —como los buenos juegos— se queda con uno para siempre.